sábado, 27 de noviembre de 2010

Inspiración

Anton Chejov decía que podía hacer cuentos sobre cualquier cosa, probando así que la creatividad no tiene límites. Lamentablemente yo no tengo la creatividad de Chejov, porque me es imposible escribir sobre cualquier cosa. Mi vida es aburrida y monótona, como la vida de cualquiera y me muero porque algo me suceda, cualquier cosa que me haga tomar algún rumbo, embarcarme en algún viaje, conocer gente nueva, hacer cosas nuevas, tomar algo inspirador. Mi vida, como es ahora, no inspira una historia de nada. Siempre que me pongo delante una hoja en blanco, termino hablando del pasado, de lo que me sucedió, de un refrito de hace seis meses atrás, de cosas que hasta a mí, que me pasaron y fueron interesantes en su momento, me aburren. A MI. Entonces, ¿porque le interesarían a alguien que no me conoce? 
El punto de frecuentar mucho tiempo a la misma gente hace que la novedad se vuelve una cosa difícil. Y le comienzas a encontrar defectos a las personas con las que andas, como arañazos en la pantalla del celular, que por más que le pasas y le repasas la franela, no se borran nunca. 
Mi mamá siempre dice "a la gente hay que quererla para aguantarla", ergo, mis amigos están bien, pero no los quiero tanto como para aguantarlos a pesar de todo. Yo nunca he podido quedarme mucho tiempo en un grupo de gente, y me gusta pensar que es porque he cambiado mucho y mis amigos de hace cinco años atrás ya no podrían ser mis amigos ahora. 
Ahora debo estar afrontando otro cambio más, porque los amigos que mantuve durante gran parte de la carrera me resultan atrofiantes. Sí, atrofiantes de ideas, de creatividad, de empeño, de avanzar. Ya no sé de qué hablarles y hablar de lo mismo me cansa. No es su culpa, claro, es una cosa mía, una de tantas "cosas" que tengo, dentro de este paquete que conformo, que no controlo, dentro de mi forma de ser.

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